El caso es que el otro día estaba en la FNAC, gran librería del moderneo español por excelencia, entiendo porqué si y a la vez no. Sí lo entiendo porque cuentan con cantidades inmensas de libros habidos y por haber, y No lo entiendo porque después intentas encontrar el Código Penal y te sueltan "No, solo tenemos lo que ves ahí...es que de ese área no tenemos mucho".
¡Menuda mierda, tu!, ¿Tenéis este petardo de libro (aún no he pasado de la página 10 y ya me produce sopor máximo) y no tenéis cosas útiles como manuales que todo el mundo mira a menudo porque quiere ver cuántos años le caerían por matar a su vecina de arriba, que pone el Sálvame a todo trapo, las coplas de la Piquer y discute con su decrépito marido sobre la conveniencia o no de llevar bragas de algodón? (Vale, he sido tan explícito que doy a entender que este es mi caso y el mi vecina, ¿no?. Pues sí, que os den)
Yo, que pretendía ir de moderno e intelectual... (a ver, que lo soy, pero las chatis necesitan ver algo más a parte de fachada), pues me la han colado en toda regla. La chica que me recomendó este libro (que no sirve ni para fumárselo, dejarme que os diga) merece ir al infierno, y además de cabeza y con un grillete en los pies atado a un bloque de cemento armado de Portland de mil kilogramos.
- Querida, ESTO ES UN TRUÑO, ¿entiendes?
Es lo que tengo pensado decirle cuando vuelva a la FNAC, decirle eso, y añadir:
- ¿Qué clase de recomendadora de libros eres? ¿Por qué no recomiendas cosas entretenidas como, no sé, Juanjo Sáez, Powerpaola, Ben Brooks... No sé, cosas verdaderamente de modernos y a la vez guays. So p... Vale, si, paro.
Mira, que estoy muy cabreado. Creo que voy a terminar de escribir esto, imprimirlo, averiguar la dirección de la traidora de la FNAC y enviárselo a casa, a sacarle los colores. Dita sea!
Os dejo la imagen de la tragedia. Disfrutad.
Más mola
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