La entrada estaba abarrotada de gente y con el bullicio era incapaz de distinguir si él se encontraba ahí o por el contrario nunca había tenido la más mínima intención de presentarse.
Era tarde, sobre las ocho y media. Yo nunca habría quedado tan tarde. Esa era mi hora de dormir ultimamente, pero bah -pensé-, al carajo.
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