Fue tu voluntad hacerme infinito.
Este frágil vaso mío tu lo derramas una y otra vez, y lo vuelves a llenar con una nueva vida.
Tú has llevado por valles y colinas esta flautilla de caña, y has silbado en ella melodías eternamente nuevas.
Al contacto inmortal de tus manos, mi corazoncito se dilata sin fin en la alegría, y da vida a la expresión inefable.
Tú dádiva infinita solo pueda recogerla con estas pobres manitas mías. Y pasan los siglos, y tú sigues derramando, y siempre hay en ellas sitio que llenar
Tagore
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