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lunes, 16 de julio de 2012

Postcard from London

Muchos creen en el destino porque les reconforta saber que sus pasos no son en balde, que están marcados por algo; para sentirse menos vacíos cuando se equivocan o para tener un colchón en el que poder apoyarse cuando se estampan contra la pared y se caen.
Es más fácil vivir así, al menos para ellos.
Yo no creo en el destino. Creo que nuestros actos suceden de las decisiones que tomamos, o que no tomamos, día a día.
Si jodes algo, no es por el destino, es porque eres imbécil.

¿Quién dijo que este rollo de la vida iba a ser fácil?. Joder, si fuera fácil, todos seríamos felices y comeríamos perdices. Y estaríamos con la persona de nuestros sueños, y tendríamos una casa, un coche, un perro, un buen trabajo y dinero. Pero no, no lo tenemos y no lo tendremos nunca si seguimos confiando en el destino.
Puede que estés predestinado a ser un cabrón toda tu vida, puede que seas tarado de nacimiento, o bien puede que simplemente no tengas ni idea de en la gran mierda que te has metido con este rollo de nacer, crecer y esas cosas.

Nadie de nosotros pidió nacer. Podríamos habernos quedado en el letargo, la verdad. Pero si yo no hubiera nacido, no me hubiera podido equivocar, y todas las equivocaciones que he tenido a lo largo de toda mi vida son las que me han hecho ser el gilipollas que soy ahora.
Sin esas equivocaciones jamás hubiera probado la bebida, jamás hubiera probado el delicioso whisky. Ni jamás hubiera ido a la universidad, el lugar más inútil del mundo. Ni jamás te hubiera conocido.
Por eso, no digais ni una sola puta vez que estamos predestinados a algo, porque no es así.
Lo que somos, es gilipollas. Pero eso es lo que nos hace humanos, ¿no?


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