El poder

Mis brazos son prolongaciones de su cuerpo,

mis ojos, extensiones de su imagen,

mis manos, meras representaciones de su tacto,

mi alma, el patrón de la suya.

No existía nada más bello, nada más puro.

Los árboles no sabían reaccionar a su paso.

Poseía el poder de revivirlo todo, o marchitarlo a su antojo.

Poseía el poder más inmenso de todos. Doblegó mi alma.

Mi cuerpo era a su antojo,

mis manos sentían a su antojo,

mis ojos miraban a su antojo.

Todo, todo era ella. Únicamente ella.